En un largo artículo publicado ayer en “Los Angeles Times” que analiza la crisis venezolana, los intentos de diálogo y de mediación que fracasaron y sobre todo las perspectivas y opciones para encontrar una salida, que están a punto de agotarse, la autora –Tracy Wilkinson- afirma que el presidente Barak Obama ha decidido pedirle al Papa Francisco que intervenga para intentar una vez más que se reúnan en una mesa de negociación los representantes del gobierno y de las oposiciones.
Según el artículo, Obama considera que el Papa es la personalidad más apropiada y autorizada, y al mismo tiempo neutral, que mejor puede asumir una gestión de buenos oficios tan difícil y tal vez desesperada.
Tracy Wilkinson explica también que Barak Obama está especialmente preocupado por las eventuales acusaciones contra su gobierno de estar alentando o apoyando una intervención directa en la crisis. Días atrás en la reunión de la OEA (Organización de Estados Americanos), entre las posiciones de quienes pedían que se aplicara a Caracas la “Carta Democrática” (que implica declarar al país fuera del estado de derecho) y los que por el contrario defendían, encabezados por Argentina, la búsqueda de canales para una mediación y diálogo entre las partes, Estados Unidos apoyó esta última opción.
Es probable que en sus consideraciones, no explicitadas, Barak Obama tenga muy en cuenta la situación de la OEA, organismo hemisférico que actualmente no goza de mucho prestigo o autoridad ni para alentar una mediación ni para aplicar eventuales y discutibles sanciones a Venezuela. En realidad desde hace varias décadas la OEA ha ido perdiendo gradualmente tanto importancia como eficacia y muchos consideran que siempre fue una organización al servicio de los intereses estadounidenses. Sin duda para la gente, los pueblos de la región y las opiniones públicas del continente, la OEA no tiene ninguna raíz ni relevancia.
A ello se suma el hecho de que en los últimos años, en el torpe intento de remontar la pendiente, la OEA ha tomado una serie de decisiones asumiendo una sorprendente e inédita actitud que nunca había mostrado ante los golpes militares desde 1948 en adelante.
Resulta evidente, por ejemplo, la hostilidad que ha provocado en República Dominicana la próxima 46ª Asamblea General del Organismo que se llevará a cabo en su capital, Santo Domingo, entre el 12 y el 15 de junio. La misma Iglesia Católica local ha denunciado en reiteradas oportunidades que la OEA es un instrumento de las lobby pro abortistas, que trabaja en contra de la familia e incluso de la libertad religiosa. Los mismos días en que se realizará la Asamblea de la OEA, la Iglesia dominicana ha organizado en la Catedral Primada de América actos religiosos en el marco del Año de la Misericordia para denunciar algunas conductas del organismo, entre ellas, la prepotencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que pretende, dicen, sustituir las legislaciones nacionales a golpes de directivas y recomendaciones.