El verano italiano del Papa Francisco tendrá también una conexión ideal con Argentina, cuando vaya a Asís el 4 de agosto. Después, el 18 de septiembre, proseguirá con un mensaje grabado que cruzará el océano hasta Buenos Aires, donde se desarrollará un evento análogo promovido por la Comunidad de San Egidio en ocasión de los 30 años de la jornada de oración de Asís, convocada por Juan Pablo II en 1986. “Aquel fue un poco el símbolo del pontificado de Juan Pablo II”, afirma Marco Gallo, director de la Cátedra pontificia de la Universidad Católica Argentina y responsable de la Comunidad San Egidio del país sudamericano desde 1987, comunidad que realiza actividades de asistencia para los ancianos y los indigentes. “La Oración por la Paz libera muchas energías de paz que nosotros no podemos controlar, pero que son muy importantes”, afirma cuando le preguntamos por el encuentro de Asís. “Es un encuentro que la Comunidad de San Egidio organiza desde 1986, el año de la jornada mundial de la paz. El Papa Juan Pablo II, conociendo nuestro compromiso con el mundo musulmán, nos pidió que nos ocupáramos de alojar a todos los representantes de la comunidad musulmana que concurrieron a Asís. Desde entonces, el diálogo siguió creciendo no solo con las religiones sino también con el mundo de los no creyentes. Este año se cumplen treinta años y hemos pensado que este encuentro no solo se celebre en Asís sino también en muchas ciudades del mundo…
Entre ellas Buenos Aires…
… Donde haremos un encuentro que hemos llamado “Sed de paz: religiones y culturas en diálogo”, del 18 al 20 de septiembre. Vendrán representantes del mundo ecuménico cristiano, musulmán, hinduista, sikh… porque no es solo un momento de celebración, sino un gesto que puede liberar muchas energías positivas para la paz.
¿Por qué precisamente la capital de Argentina?
Porque además de ser la ciudad del Papa, es también una ciudad donde se ha desarrollado una experiencia interreligiosa significativa. Y tomando en cuenta lo que ocurre hoy y los problemas en Medio Oriente, el ISIS, el terrorismo – Buenos Aires es un laboratorio significativo. No es casual que gracias al trabajo de Bergoglio muchas relaciones religiosas y ecuménicas hayan nacido aquí en Buenos Aires.
¿En qué consistirá concretamente la jornada?
No queremos que sea un evento solo para los que trabajan en ello. Sobre todo porque el Papa Francisco en sus predicaciones pide cada vez más que se involucre a la gente común, y en ese sentido queremos dar una respuesta concreta. La agenda todavía se está definiendo, pero seguramente habrá un mensaje del Papa y la lectura del manifiesto, el mismo que se leerá en Asís y en las otras ciudades y será firmado por todos los líderes religiosos que se encuentran aquí en la capital de Argentina. El mismo mensaje será entregado a las nuevas generaciones y a las representaciones diplomáticas presentes.
Después habrá un espacio para los testimonios de dolor de ayer y de hoy, por ejemplo de los sobrevivientes de la Shoà y del genocidio armenio, y de los refugiados. En Argentina se encuentran refugiados sirios, aunque en pequeño número, por la importante presencia sirio-libanesa.
El evento concluirá probablemente con un concierto de “Play for change”, un complejo de músicos internacionales que trabajan por la paz. También con la idea de que sea un momento para el pueblo, para todas las comunidades.
Buenos Aires tiene periferias grandes y pobres. ¿La gente de la periferia argentina tendrá algún rol en la jornada de septiembre?
El evento en el que estamos trabajando estará abierto a todos. Evitaremos crear guetos de cualquier tipo. Por ejemplo, trabajamos con muchos chicos de la calle amigos, y estamos pensando en invitar a todos los jóvenes que forman parte de los Hogares de Cristo (los centros de recuperación para jóvenes toxicodependientes, ndr).
El encuentro de septiembre se realiza en un momento en el que, aquí en Argentina, se ha creado un clima raro en torno al Papa. Con críticas sobre su manera de actuar amplificadas por algunos diarios y con políticos que compiten para autoproclamarse sus amigos e intérpretes. ¿Cómo ve usted esta situación?
Hay diarios que tienen intereses políticos evidentes, aunque eso no sería una novedad en sí misma, porque es lo que ocurre en todas partes. Pero me parece que por debajo hay un agravante, que es una idea “argentinocéntrica”, la mentalidad de un país autorreferencial. El Papa tiene otros problemas que no tienen nada que ver con la “grieta”, como la llaman aquí, entre kirchneristas y partidarios de Macri que tratan de ponerlo de su lado. Hay una enorme ignorancia sobre el Papa. No se toma en cuenta, por ejemplo, que hay una perfecta continuidad de pensamiento en Bergoglio, ya desde los escritos de 1974, cuando hablaba de los políticos argentinos que razonan solo con un horizonte a corto plazo…
¿Cómo se enfrentan las críticas que se difunden –hay que reconocerlo- sobre todo en algunas franjas de la sociedad argentina?
Evangelizando, hablando con la gente, encontrándose con los pobres: ésta es la verdadera respuesta. Las otras me parecen atajos. Por otra parte, no creo que Jesús se haya preocupado por la opinión pública de su tiempo. Como Bergoglio, cuando llevaba de comer a la gente de la calle a las 11 de la noche, sin duda no se ponía a hacer publicidad para aumentar el rating. Bergoglio es un hombre del Evangelio, amado precisamente porque anuncia el Evangelio, y al mismo tiempo también es signo de contradicción. Les recuerdo a los que lo han olvidado, que no se lo escuchaba mucho ni siquiera cuando era arzobispo de Buenos Aires y celebraba las liturgias en Constitución (un barrio muy difícil de la capital, ndr) contra la trata de personas; allí daba nombres y apellidos de víctimas y culpables. Era incómodo. Después –sin duda- es fácil alinearse con él, forma parte de nuestras miserias humanas. Pero ser amigo del Papa significa también seguirlo.