Empezó a matar cuando tenía 15 años, porque “en Medellín no había nada más a lo que un joven se pudiera dedicar”. Profesión, asesino a sueldo: pistola, sangre fría y una Virgen para pedirle que lo ayudara a salir sano y salvo de cada misión. “Me daba el valor para matar”, afirma, sabiendo que deja helados, con una sola frase, a los que ven a María, la Madre de Jesús, como lo más alejado que puede existir de la violencia.
Hoy, a los 40 años, sigue visitando a la “Virgen de la Rosa Mística”, pero con intenciones muy distintas: para agradecerle porque pudo salir de esa vida, y porque sigue vivo. El relato fue publicado por la revista digital KienyKe.com, y reproduce también la oración que hacen los asesinos –como era él- a la estatua de la Virgen María vestida de celeste y blanco antes de entrar en acción: “Oh María, Rosa Mística, madre de Jesús y también madre nuestra. Tú eres nuestra esperanza, nuestra fortaleza y nuestro consuelo. Otórganos desde el cielo tu maternal bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. La leyenda dice que fue el mismo capo Pablo Escobar quien hizo colocar esa estatua en un lugar aislado de la ciudad colombiana, capital mundial del narcotráfico. “Yo no trabajé directamente con el señor Escobar, -cuenta JJ- pero a mí sí me manejaba uno de sus sicarios de confianza, y supe por parte de ellos que la Rosa Mística era de ellos, porque querían tener un lugar donde expresar libremente su amor a la Virgen”. El ex sicario también explica que la mitad de las placas de agradecimiento colocadas a los pies de la estatua “son de pillos o bandidos, ya que la Virgencita siempre nos ayudó en nuestras vueltas. Tuve muchos amigos con los que venía a rezar aquí en los años de malos pasos y ahora ya vengo solo porque la mayoría están muertos o en la cárcel”. Piensa que él mismo es “un fiel milagro de la Virgen” porque “ella me sacó de la delincuencia y evitó que me mataran”. Pero no es la única gracia que ha recibido: “me ayudó para que mi hijo naciera ya que los médicos decían que moriría en el vientre”.
La vida de JJ ha cambiado, pero no las contradicciones que buscan la protección del Cielo para cumplir las ejecuciones, a juzgar por lo que afirma: “Aunque suene ofensivo para muchos lo que voy a decir, a mí no me gustaba matar, pero ella me daba el valor para hacerlo y salir bien librado”. Más aún, refiriéndose a Escobar dice: “Un buen bandido siempre es devoto”.
Nadie puede decir cuándo comenzó la devoción a la “Virgen de los sicarios”, colocada en un lugar elevado sobre la montaña. Pero ahora, explica el ex sicario colombiano a KienyKe, “no le pido que me ayude a matar sino a vivir tranquilo y feliz con mi familia. Me gustaría que la sociedad entienda que cuando un sicario se arrepiente, lo hace de corazón”.
Ésta es la historia de un hombre que ha cambiado de vida y lo cuenta (aunque no dice cuáles fueron los motivos que lo llevaron a hacerlo: ¿miedo?, ¿cansancio?, ¿madurez?). Quién sabe cuántas personas, mientras ustedes están leyendo, se encaminan hacia la Rosa Mística para decirle una vez más: “Danos tu bendición maternal”. Y pensarán que la han recibido cuando el blanco de turno –hombre o mujer, joven o viejo- quede tendido en la calle, con una bala en el cuerpo.