La sede es la misma que Perón regaló personalmente a los empleados públicos en 1951, y él fue también el primer afiliado que tuvo el sindicato. Andrés Rodríguez hace hoy, a 65 años de la fundación, un balance de la poderosa Confederación del Personal Civil de la Nación. Rodríguez, secretario general desde 1990, conoció al Papa Francisco cuando era Bergoglio y lo visitaba junto con otros dirigentes sindicales. Podrá volver a verlo recién en el 2016, tres años después de ser elegido. Habrá pasado mucho tiempo, mucho más que el tiempo que dejaron pasar los predecesores del Papa Francisco antes de volver a sus países de origen, Polonia y Alemania.
“¿Será así realmente?”, deja caer Rodríguez de manera completamente inesperada. “Quién sabe, tal vez anticipa el viaje”. Quedan en suspenso los dos interrogantes, aunque se apresura a repetir que no sabe nada, que él solamente tiene una “sensación” de que quizás el Papa venga antes a Argentina. El pensamiento se dirige al viaje a los Estados Unidos en setiembre de 2015 para asistir al Congreso mundial de las familias, al que fue invitado hace pocos días por la presidencia del Consejo episcopal latinoamericano. El Papa no dijo que no. Entonces tendría que venir al continente americano. De manera aún más sibilina, Andrés Rodríguez dice como al pasar una frase que no podemos dejar de transcribir textualmente: “Es evidente que está preocupado (el Papa) de que haya una transición ordenada, pacífica, cuando llegue el cambio de gobierno en 2015. Podría sorprender con un viaje “más orientado” a esta realidad de la transición política argentina”. Después vuelve a sus pasados encuentros con el cardenal Bergoglio.
«Su mayor preocupación era que generáramos políticas de gobierno no sectarias, no centralistas, que abriéramos el juego a un diálogo más abierto con todos los sectores. Ya entonces, como vemos hoy también como Papa, insistía en la importancia del diálogo, de la apertura, del consenso».
¿Qué ha significado, más allá de los aplausos y celebraciones, la elección de Bergoglio para el movimiento sindical argentino?
Fue algo trascendente. Es un Papa bien formado en el plano teológico pero también en el plano del pensamiento nacional y popular argentino, con una gran sensibilidad por las necesidades de la gente y del trabajo. Atribuye mucha importancia a la cultura del trabajo y esto genera coincidencias significativas con la impronta que tiene el Movimiento obrero en Argentina.
Hace algunos días, cuando habló a los trabajadores y a sus representantes, el Papa Francisco recomendó que no olvidaran dos cosas: “la dignidad humana” y “el bien común”. ¿Qué peso tienen estas dos expresiones en la experiencia del Movimiento obrero argentino y en sus reivindicaciones históricas?
El Santo Padre, refiriéndose a la centralidad del trabajo, ha citado las palabras de Juan Pablo II cuando hablaba de un trabajo “para todos los hombres y para todo el hombre”. Vale decir, rechazar el enfoque del Homo Economicus o cualquier otro que lo considere en forma parcial. El concepto de dignidad humana entendido en forma integral y la idea de tener como eje el bien común, han sido conceptos centrales en el pensamiento y la acción del Movimiento obrero argentino, que aprendió con el peronismo el concepto de comunidad, superador de una idea de progreso basada en el conflicto social.
“Inclusión social” es una expresión que Bergoglio usaba mucho como obispo y arzobispo, y sigue usando ahora como Papa. ¿Cómo le suena?
Como un concepto estratégico, diría, una idea central para la acción concreta. Nadie puede estar de acuerdo con un mundo en el que haya –para usar las palabras de Francisco- personas descartables. Y retomando la idea de comunidad, superadora del criterio de “sociedad”, presupone que no puede haber un solo argentino sin derecho al trabajo, a la salud y a la educación.
¿Lo considera una crítica, un reclamo o un impulso…?
Sin duda es una crítica a un mundo globalizado que coloca los intereses del poder y de la riqueza por encima de las personas.
¿No lo siente también como un reclamo al gobierno para que le preste más atención a las áreas de pobreza y maginación social?
No lo siemto como una crítica contra el gobierno. Lo siento más bien como la indicación de una responsabilidad que deben asumir en mayor o menor medida todos los sectores que pueden y deben promover políticas y acciones destinadas a la inclusión social .
Bien común y reivindicaciones sectoriales parecen a veces en contradicción. Si se promueve el primero hay que reprimir las segundas, o parece que todo lo que favorece un sector va en detrimento del conjunto…
Construir una comunidad con democracia y justicia social significa aprender a conducir la tensión entre intereses. “Nadie se realiza en una sociedad que no se realiza”, para usar un juego de palabras de Perón. Cuando los intereses de un sector impiden que otros alcancen lo que en justicia les corresponde, estamos alimentando un conflicto, una exclusión, donde el bienestar de uno requiere la negación de los derechos de otro. Es el comienzo de las luchas fratricidas. Los argentinos hemos aprendido que se puede poner el bien común como meta y dentro de ese camino los individuos y sectores pueden alcanzar su propia realización.
“Dialogo social” es otra de las expresiones que aparece con cierta frecuencia en boca del Papa cuando habla de la sociedad y de la sociedad argentina en particular. ¿Hace falta más dialogo en la Argentina de hoy?
El diálogo no implica hacer desaparecer las diferencias o los intereses, sino que significa darle calidad a la democracia a partir de reconocernos recíprocamente como parte de una comunidad nacional más allá de nuestras respectivas visiones. Se construye sobre el respeto por y del otro. La política es el ámbito para esos debates, recuperarla ha sido el gran mérito de los últimos años, darle mejores contenidos y profundidad es el desafío de este momento.
En la “Evangelii Gaudium”, que se puede considerar como el programa del pontificado, me llamó la atención una referencia a las políticas asistenciales. No sé si se ha fijado, pero dice que “Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras”. El verdadero problema, agrega, “es atacar las causas estructurales de la inequidad”. No parece que en Argentina los planes sociales sean tan pasajeros…
Es difícil hablar de “planes sociales” en abstracto, en un país que ha vivido crisis profundas como la del 2001 o que en la segunda mitad del siglo XX tuvo apenas pocos años de gobierno sin proscripciones políticas y donde se aplicaron recetas que generaron exclusión y miseria. La “temporalidad” de los planes sociales está condicionada por la profundidad del daño social a reparar. Lo que hay que considerar es si sólo se aplican planes de contingencia o si al mismo tiempo existen políticas que apuntan a los factores estructurales, es decir la reinserción en el mundo del trabajo, la educación y capacitación, el acceso a la vivienda y la salud. Muchas veces detrás de descalificaciones como “clientelismo” lo que se esconde es un cuestionamiento a políticas redistributivas.

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