AMAZONIA ALERTA. Fuerte denuncia del obispo del estado de Roraima contra la explotación minera e hidroeléctrica actual

Notificación de inicio de los trabajos
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Alarma de la Iglesia brasileña por la Amazonia. Esta vez el grito fue lanzado en Roraima, la provincia septentrional de la gran cuenca fluvial en el límite con  Guyana y Venezuela, y apunta contra la política económica del estado, centrada en la explotación de recursos naturales para exportación. “Este modelo económico no es nuevo y ya nos ha dejado las huellas de la desigualdad social y la injusticia ambiental: los beneficios están en manos de unos pocos mientras que los efectos y las pérdidas, muchas de ellas irreversibles, pesan sobre las espaldas de las comunidades indígenas, campesinos, ribereños y cimarrones”. El texto de denuncia compara lo que está ocurriendo en Amazonia en nuestos días con “Las políticas del mal llamado  ‘desarrollo’” que implementó el régimen militar brasileño en los años ’70.

El documento sobre el tema de la política hidroeléctrica y minera del gobierno fue preparado por una comisión  instituida por el obispo de Roraima, dom Roque Paloschi, que también lo suscribe. Posteriormente fue hecho propio por la Conferencia Episcopal de Brasil y publicado en el sitio oficial de la CNBB.

No se trata de un texto genérico sobre el medio ambiente, sino de un planteo que interpela concretamente “decenas de proyectos de represas hidroeléctricas medianas y grandes (que) están obstruyendo el curso de los ríos que forman la cuenca del Amazonas”. La represa de  Teles Pires Río Branco y Madeira, así como las obras hidráulicas de Tapajós Xingu y otras represas proyectadas en los ríos amazónicos de los países vecinos, Perú y Bolivia. El impacto ambiental de estos grandes proyectos es incalculable e irreversible, y ya ha sido suficientemente demostrado por estudios científicos y la experiencia de emprendimientos anteriores.  Es un impacto con consecuencias “muy graves” en la vida de las comunidades indígenas  y ribereñas asentadas desde hace siglos a lo largo del curso de los ríos, especialmente las más aisladas.

El documento “Mineração e Hidrelétricas em Terras Indígenas” – tal es el título- precede la ya anunciada carta pontificia sobre pobreza y ecología y es posterior al viaje por Amazonia que acaba de concluir dom Claudio Hummes, arzobispo emérito de San Pablo y Presidente de la Comisión episcopal de los obispos para la región amazónica. La Iglesia brasileña se coloca así a la vanguardia de los temas ambientales y ecológicos, los mismos que está trabajando el Papa Francisco. En Manaos, Amazonia, se llevó a cabo a fines de octubre de 2013 (28-31), el primer encuentro de las Iglesias de Amazonia –del que participaron un centenar de obispos- para trazar las líneas programáticas de compromiso de la Iglesia brasileña al servicio de una región compleja donde hoy conviven lado a lado –y a menudo en conflicto- poblaciones indígenas, latifundistas y campesinos sin tierra empujados a estas regiones por el espejismo de un futuro mejor.

 “Los grandes proyectos hidroeléctricos no han sido pensados tomando en cuenta las comunidades locales”, lamenta dom Roque Paloschi. “Responden a los intereses de las grandes empresas nacionales y multinacionales y al nefasto ídolo del crecimiento macroeconómico que se obstina en perseguir la miopía política”.

Con los datos en la mano, el documento denuncia que “el gobierno federal se propone multiplicar por cuatro las exploraciones mineras en el país antes de 2030. En los próximos años incrementará los grandes proyectos de extracción, razón por la cual se ha comprometido, junto con el Congreso Nacional, a aprobar el nuevo Código de Minería”. Es una referencia al proyecto de ley 1610/99 sobre la actividad minera en tierras indígenas que, según los redactores del documento, “no garantiza la tutela de los lugares sagrados y ni medidas idóneas para proteger la vida de las comunidades”.

El texto cita experiencias negativas ya conocidas, como los 30 años de actividad en la localidad amazónica de Carajás, un proyecto minero iniciado en 1982, que prueban que la minería a gran escala tiene graves consecuencias: provoca la llegada de miles de trabajadores, la creación espontánea de asentamientos humanos precarios, el deterioro del suelo y la acumulación de toneladas de desperdicios. “Cuando la extracción se agota (muchas veces antes de lo previsto), los efectos provocados resultan irreversibles y la recuperación social, económica y ambiental queda comprometida para siempre”.

Precisamente a la Amazonia está dirigida la primera “Misión Jóvenes”, que comenzará el 31 de noviembre y se extenderá hasta mediados de diciembre en las diócesis de Borba, Coari, Parintins y Roraima. En este momento ya hay 2.800 inscriptos, de la Comisión para la juventud de la Conferencia episcopal de Brasil y de las Pontificias obras misioneras.

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