MARGINACIONES Y NEO-ESCLAVITUDES MODERNAS. La cultura del descarte en el pensamiento de Bergoglio

“Buenos Aires es una fábrica de esclavos y una picadora de carne…”
“Buenos Aires es una fábrica de esclavos y una picadora de carne…”

En el mensaje por radio del 11 de septiembre de 1962, previo a la apertura del Concilio Vaticano II, San Juan XXIII afirmó que “(…) la Iglesia se presenta tal cual es y como quiere ser, como la Iglesia de todos y especialmente la Iglesia de los pobres”. La Constitución Lumen Gentium, n. 8, afirma que “Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos (Lc. 4, 18)”, por lo tanto la Iglesia “reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente”. Y cuando concluyó el Concilio, un nutrido grupo de padres conciliares firmó un documento llamado “Pacto de las Catacumbas” (porque se firmó junto a las catacumbas de Domitila, en Roma), que fue una propuesta a la Iglesia y un compromiso personal de los firmantes respecto a un testimonio de pobreza. Sin embargo, esta connotación esencial de la autoconciencia eclesial no tuvo mayor desarrollo y sistematización en los documentos conciliares. La Europa del “boom” económico pesaba mucho en aquel momento.

Cuando de la elaboración de los textos conciliares, donde las contribuciones latinoamericanas fueron mas bien escasas, se pasó a su actuación en América Latina, no podían dejar de plantearse en forma acuciante algunas preguntas: ¿Cómo proceder a la renovación de la Iglesia en un continente con grandes mayorías de pobres que expresan su fidelidad a Dios por medio de su religiosidad popular? ¿Cómo hablar de Dios a esa multitud de pobres que reconocen a la Iglesia como su morada? El amor preferencial por los pobres ha sido un importantísimo aporte de la Iglesia latinoamericana a toda la catolicidad, retomando de las fuentes evangélicas y de la gran tradición católica esa connotación fundamental y definitoria del ser Iglesia, del ser cristiano. En la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, n.48, el Papa Francisco recuerda que “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, citando a Benedicto XVI, para afirmar “sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres”. En efecto, “para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica”, que expresa una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia” (citando a San Juan Pablo II en la “Sollicitudo Rei Sociales”, n. 42). Es una opción que “está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, enriqueciéndonos de su pobreza” (recordando el texto del papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Aparecida, 2007). No hay mayor y mejor desarrollo teológico de esta “opción por los pobres” en el magisterio de la Iglesia actual que el que se encuentra en el documento de Aparecida y en la “Evangelii Gaudium”, unidas como vasos comunicantes. Es cierto que esta inspiración providencial tuvo que pasar por fases de arduo debate y discernimiento en la historia tumultuosa y fecunda de la Iglesia latinoamericana en tiempos pos-conciliares. Se fue dejando atrás una visión meramente asistencialista que no tenía suficientemente en cuenta los factores estructurales causantes de la pobreza, en cuanto estructuras objetivadas del pecado humano. Se fue superando una visión ideológica caracterizada por la hermenéutica de la lucha de clases. Quedó también atrás una reducción moralista del acontecimiento cristiano, que no lo reconoce tanto por la gratuidad de la caridad – ¡adorar y servir! -, sino por la contrapartida política que se pretende aprovechar.

Ese amor privilegiado fue llamado a abrazar no sólo a los que no tienen pan, trabajo, vivienda, salud, sino también a todos los privados de su dignidad humana, a todos los que sufren en su propia carne, coparticipándolas, las “llagas” del Señor. De tal modo, se centraba todo en el rostro de los pobres, imagen de Cristo, cuyo clamor conmueve a Dios, rico en misericordia, interpela la caridad y es motivo de juicio para la vida de los cristianos y sus comunidades. Por eso, el Papa Francisco advertía en Asís que no hay que separar nunca la imitación de Cristo y el amor a los pobres, para que esta “opción” no vaya desgastándose, contaminándose ideológicamente y termine expresándose como actividad de una Iglesia convertida en otra ONG.

En este contexto, hay que poner de relieve las nuevas categorías de análisis que el Arzobispo Jorge Mario Bergoglio primero y ahora Papa Francisco ha acuñado para referirse concretamente a  los “nuevos esclavos” de las sociedades actuales o a los que son “descartados”, como desechos “sobrantes”. Esclavos y marginados tipifican las figuras humanas y sociales de los más pobres entre los pobres. La neo-esclavitud se verifica, para Bergoglio, en “la trata de seres humanos”. El 13 de julio de 2010, en una homilía, el Arzobispo clamaba contra la trata de seres humanos, afirmando que “Buenos Aires es una fábrica de esclavos y una picadora de carne (…). ¡Por favor, no nos lavemos las manos, porque si no somos cómplices de esta esclavitud!”. Los nuevos esclavos son, entre otros, los niños y niñas sometidos a todo tipo de abusos sexuales, explotados en el trabajo o incorporados a redes de mendicidad e incluso utilizados como correos de la droga; las mujeres esclavizadas para el negocio de la prostitución o que sufren la violencia cotidiana dentro de los muros domésticos, las reducidas a ser “sirvientas” de los “amos”; los inmigrantes que son objeto de traficantes inescrupulosos y que deben aceptar condiciones miserables de vida y trabajo. Junto con los esclavos, el Cardenal Bergoglio y ahora Papa Francisco denuncia la “cultura del descarte”, en la que no sólo las cosas sino también las personas son consideradas como “material de descarte”, “sobrantes”. “Ya no se trata simplemente – explica el Papa en la “Evangelii Gaudium”, n. 53 – del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: “con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’ ”.

Material de descarte son más de 40 millones de seres humanos eliminados anualmente por medio del aborto, y  entre ellos, en la más brutal forma de discriminación sexual, especialmente los de sexo femenino. Los “descartados” desde el seno materno son tales en razón de todo tipo de discriminaciones, dada la tendencia eugenética que se observa sobre todo en las sociedades de mayor desarrollo económico. “Suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto” (ibid, 13.I.2014). “El aborto y el infanticidio son crímenes abominables”, repitió el papa Francisco, tomando esta expresión del Concilio Vaticano II. Sumemos a eso todos los óvulos congelados, que se descartan en las prácticas de fecundación in vitro, destinados a ser destruidos o manipulados. Tal es la tendencia neomalthusiana y darwinista inducida y difundida por la cultura dominante.

También son tratados como “material de descarte” los niños abandonados que viven en las calles, los jóvenes que no trabajan ni están escolarizados y cuyo único  horizonte es quedar atrapados en las redes de la delincuencia y del narcotráfico, la multitud de desocupados que ven socavada su dignidad humana, los drogadictos privados de asistencia, los refugiados que no pueden regresar al país de donde provienen y concentran en sus campamentos a multitudes de desposeídos que no son recibidos por ningún gobierno, las “grandes masas de la población (que) se ven excluidas y marginadas” (E.G. 53), los migrantes que se consideran superfluos en sus países de origen, los cartoneros y los que sobreviven trabajando con la basura y alimentándose de ella,  los ancianos y los enfermos abandonados  con los cuales se practican, muchas veces, formas “legales” o encubiertas de eutanasia. “Los extremos débiles son descartados: los niños y los ancianos”, observaba el Cardenal J.M. Bergoglio en su homilía del “Te Deum” por la fiesta patria de Argentina, el 25 de mayo de 2012.

La pregunta planteada a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”, hoy se dirige a todos nosotros: ¿Dónde está tu hermano esclavo, tu hermano descartado?

Torna alla Home Page