El fenómeno de los desmovilizados, como se denomina en la jerga militar a los que dejan voluntariamente la guerrilla o las formaciones paramilitares que surgieron en las última décadas, no es nuevo en Colombia, pero se ha intensificado notablemente en los últimos tiempos. Las razones hay que buscarlas en la declinación de la perspectiva militarista en las filas de la lucha armada, en los acuerdos de desarme colectivo que logró el gobierno de Manuel Santos con los paramilitares, en el olor de pacificación que acompaña cada vez más las tratativas que se están llevando a cabo en Cuba. Morir en las últimas trincheras, antes del alto el fuego, es triste para los combatientes de cualquiera de las partes.
¿Quiénes son los jóvenes que dejan las armas con la intención de reincorporarse a la vida civil? ¿Cuántos son y por qué lo hacen? ¿Qué dificultades encuentran para mantenerse en esta decisión una vez que la han tomado? ¿Y cuántos de ellos vuelven a las armas a distancia de poco o más tiempo? A estas preguntas responde una investigación que llevó a cabo la “Fundación Ideas para la Paz” sobre una muestra de 1158 desmovilizados, tanto de proveniencia paramilitar como guerrillera, especialmente de las FARC en el segundo caso ya que el proceso de negociación con el ELN recién comienza. El estudio está considerado como altamente confiable y se realizó en un arco de tiempo de tres años, con el apoyo de investigadores de las Universidades de Notre Dame, Pittsburgh y New York. También colaboró la Misión de apoyo al proceso de paz de la Organización de los Estados Americanos. El material y las conclusiones que se deducen, por lo tanto, son de gran importancia en vistas de los futuros acuerdos de paz una vez que sean suscriptos por las partes.
El dato que emerge del sondeo se considera alentador, ya que el 76 por ciento de los que dejaron las armas hasta ahora, acogiéndose a los programas de reinserción que ofrece el gobierno colombiano -vale decir 880 de los más de mil casos estudiados- no retrocedieron en su decisión, mientras que un 24 por ciento -278 desmovilizados- sí lo hicieron y al cabo de un cierto tiempo volvieron a la clandestinidad con las armas en la mano. Por lo tanto, “comprender los factores de riesgo asociados a un retorno a la legalidad que haya tenido éxito es la mejor manera de poner a punto instrumentos idóneos para prevenir las reincidencias”, señala el documento, tomando en cuenta sobre todo las negociaciones en curso en La Habana.
El estudio –y ésta es la parte más interesante- identifica los factores que facilitan una eficaz y duradera reinserción de quienes dejan las armas, transformándolos en otras tantas recomendaciones para el futuro. Son tres en especial: crear una distancia física y psicológica de los desmovilizados con respecto al territorio donde operaban, un alejamiento de por lo menos tres años de la red de los ex compañeros y en tercer lugar reanudar la relación con la familia de origen. “Garantizar la cercanía de la familia”, afirman los autores, “reduce de manera significativa la probabilidad de reincidencia, la proclividad y la vulnerabilidad al reclutamiento”.
La investigación advierte, por último, que “la familia es un factor determinante para el éxito de la reinserción de los ex combatientes. Las probabilidades de reincidencia disminuyen proporcionalmente al refuerzo de las relaciones familiares”.

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