La noticia se difundió hace algunas semanas. Autorizaron en Cuba la construcción de una iglesia nueva, la primera en cincuenta y cinco años desde el triunfo castrista de 1959, que además será financiada con dinero de los emigrados cubanos que viven en Tampa. Se levantará en la localidad de Sandino, uno de los pueblos cautivos creados por el régimen de Fidel Castro para alejar de manera forzada a miles de familias de sus lugares de origen, acusadas de haber tomado parte o colaborado con la revuelta de los campesinos contra el régimen, a principios de los años ’60 en el macizo montañoso de Escambray. El permiso del gobierno para construir la iglesia, la primera, repetimos, que será completamente edificada en el curso de la revolución socialista más longeva del mundo, se suma a una atención igualmente inédita de la prensa oficial al pontificado del Papa Francisco, así como la transmisión de manifestaciones religiosas por televisión del Estado u homilías de algunos prelados en las radios del partido, las únicas que por el momento están autorizadas en el territorio nacional. Todo con cuentagotas, por supuesto, pero se debe tener en cuenta que no hace mucho la televisión y la radio eran impermeables a noticias y acontecimientos relacionados con el catolicismo, aunque el catolicismo en Cuba sigue siendo la religión mayoritaria e incluso va decididamente en aumento en cuanto a conversiones, bautismos y otros indicadores religiosos. Hace solo dos días, el veterano cardenal de la Habana, monseñor Ortega, celebró cincuenta años de sacerdocio en una catedral abarrotada de fieles y ante la presencia de un considerable número de funcionarios comunistas.
¿Cuba se encamina hacia un reconocimiento público del catolicismo con la correspondiente tutela jurídica?
Sería posible seguir enumerando incipientes transformaciones. Desde hace tiempo se observa una participación no obstaculizada, y en algunos casos solicitada, así como un mayor protagonismo de la Iglesia en la sociedad cubana, sobre todo en el ámbito educativo. Son muchas las iniciativas en este sentido para empresarios y miembros de las nuevas cooperativas permitidas en Cuba por las reformas económicas que ha implementado Raúl Castro. También existe un activo centro cultural, que lleva el nombre del sacerdote cubano Félix Varela, donde se debaten abiertamente cuestiones de fuerte relevancia política. Desde hace algunos días circula un fascículo con las actas del congreso “Fe religiosa, instituciones y modelos sociales” que se llevó a cabo en marzo y abordó temas sensibles. El contenido de la publicación abarca desde “el futuro del sistema político cubano” y “la educación de ciudadanos virtuosos”, hasta llegar a “nuevas bases para una democracia con consenso” e incluso la necesidad de “una reforma constitucional”.
¿Hay libertad religiosa en Cuba? O mejor dicho, ¿cuánta libertad religiosa hay? La respuesta no es simple y ciertamente no es unívoca. Conducta, una película reciente del director cubano Ernesto Darana, plantea la discusión. En las primeras cuatro semanas de exhibición en las salas cinematográficas de la isla, fue vista por más de 300 mil espectadores.
La historia tiene una trama no políticamente correcta y narra la relación entre Chala, una niña de 11 años con una vida difícil, Carmela, su maestra, y otra docente, la “metodóloga”, cuya función consiste en tutelar que la conducta de los alumnos se ajuste a la doctrina revolucionaria. Ésta última exige, en nombre de los principios de la revolución y del materialismo, que la niña quite del mural de la clase la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, que ella misma ha colocado. Es una exigencia no negociable, a diferencia de otras sobre las cuales la metodóloga está dispuesta a hacer concesiones. “¿Por qué no? ¿Por qué no se puede poner la estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre en el mural del aula, si ése es el lugar donde se exhiben las actividades y los intereses de los alumnos?”, se pregunta Vitral, la revista católica de Pinar del Río, la segunda diócesis cubana.
Carmela, la maestra, conoce los prejuicios religiosos que están en la base de las disposiciones del Ministerio de Educación, pero considera que la imagen debe permanecer en el mural. No tiene intención de quitarla, defiende el gesto de la niña, argumenta que “la Virgen de la Caridad es la madre de todos los cubanos”, que ninguno de los alumnos se opone a que esté allí y que no hay conflicto entre religión y patria. Una perspectiva que el filme expone con audacia y que por primera vez se discute abiertamente y sin reticencias en un ámbito público.
¿Qué ha cambiado en Cuba tras medio siglo de revolución?, se pregunta Vitral. “Decir que el Estado cubano no ha cambiado su actitud hacia la religión sería una falsa acusación, ya que los cambios comenzaron a operarse desde 1976, cuando el artículo 54 de la Constitución Socialista de Cuba afirma por pimera vez el respeto de la libertad de conciencia religiosa de los cubanos”, observa la revista, “Los creyentes de entonces vieron el artículo 54 como un gran alivio, porque ya había un mínimo del ambiente donde respirar y al cual acudir en los casos de injusticia antireligiosa”. “Mas el artículo muchas veces quedó en la letra”, constata a continuación. “Sabíamos bien que éramos ciudadanos de “segunda categoría” en nuestra patria. Ésta es la Historia. Es posible perdonarla, pero no olvidarla, porque este acto sería en sí mismo anti histórico”.
El IV Congreso del Partido comunista de Cuba (1991) definió el nuevo rumbo de la política respecto a la religión, afirma Vitral. La primera repercusión fue la modificación del artículo 54 de la Constitución en sentido antidiscriminatorio. “Fue recibida con beneplácito por los Obispos cubanos y por muchos creyentes ocultos hasta ese entonces, que desbordaron los templos. Así comenzó un camino largo, muchas veces difícil, pero menos tenso en las relaciones Iglesia Estado. Camino todavía inconcluso, como lo demuestra el pensamiento de la metodóloga de Conducta, quien no acaba de «entender» que es necesario cambiar”.
En Cuba todavía quedan muchas “metodólogas” que no comprenden, así como hay también muchas Carmelas que sí, comprenden que se debe cambiar por el bien de todos. El filme tiene un final feliz: la Virgen de la Caridad se queda en el mural de la clase: “ha triunfado el derecho humano a la libertad de expresar públicamente la religión que se profesa”, observa Vitral.

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