Todavía hay muchos punto oscuros en el proyecto conjunto de Nicaragua y la empresa china HKNCD (HK Nicaragua Canal Development Investments) para la construcción de un canal interoceánico de 280 kilómetros de longitud y un costo estimado de 40 mil millones de euros (Terre d’America). El canal que debe conectar el Atlántico y el Pacífico competiría con el de Panamá, y el presidente Ortega se ha propuesto que esa obra de infraestructura imprima un giro decisivo a la economía de Nicaragua.
El proyecto incluye, junto con la via de agua, la construcción de un oleoducto, una línea ferroviaria, dos puertos de agua profunda, dos aeropuertos y dos zonas francas. Recientemente los rusos también han manifestado su interés en la obra. (Terre d’America). El comienzo de la descomunal obra ha sido programado para el mes de diciembre y en principio está previsto que concluya en 2019. La primera embarcación comercial debería cruzar Nicaragua ya a principios de 2020.
Pero cuanto más se indaga en el tema y se va entrando en los detalles del proyecto, se multiplican los interrogantes. Empezando por el presidente de la empresa constructora, Wang Jing (42), un personaje que a pesar de ser uno de los hombres más ricos de China (número 22 en la clasificación de New Fortune 500 de 2013), resulta misterioso incluso para los mismos chinos. En la prensa del gigante asiático se lo conoce como “el loco del canal”. Figura como propietario de más de 20 empresas que abarcan desde la minería hasta las telecomunicaciones. En reiteradas oportunidades ha desmentido que esté respaldado por la mano larga del gobierno chino, que en los últimos tiempos está decididamente empeñado en ampliar su ya grande influencia en América Latina.
En 2012, según la prensa asiática, el Ministerio de Comercio publicó una advertencia de riesgo, afirmando que China no mantiene relaciones diplomáticas con Nicaragua y que la obra podría originar controversias con Costa Rica. También ha recomendado a las compañías chinas que no participen en el proyecto. Si el gobierno chino no lo respalda, ¿de dónde proviene el dinero? En una entrevista con Reuters, Wang Jing afirmó que reuniría el financiamiento necesario por medio de préstamos bancarios y emisión de deuda. Según la misma agencia, además, participaría del proyecto una de las mayores empresas constructoras chinas, adquiriendo una pequeña participación accionaria.
La otra gran zona de sombra de la operación canal proviene de la parte latinoamericana y tiene que ver con las conexiones entre política y corrupción que por lo general se oculta detrás de operaciones gigantescas de este tipo. No se trata solo de Jing, sino que hay también otros personajes controvertidos que ocupan posiciones de primer nivel. Es el caso del ex político boliviano Ronald MacLean-Abaroa, quien actualmente es el vocero de HK Nicaragua Canal Development Investments. Hombre de mil vidas: ex alcalde de la capital boliviana, La Paz, varias veces ministro, candidato a la presidencia en las elecciones de 2002 -por el partido de derecha fundado por el ex dictador boliviano Hugo Banzer-, derrotado con el 4% de votos y reciclado como funcionario del Banco Mundial en Washington. El apodo que le atribuyen vale más que mil descripciones: “hijo del neoliberalismo”. Por una parte está siendo investigado en Bolivia por operaciones poco transparentes cuando era ministro de Hacienda (lo que él niega, atribuyéndolo a la persecución política), y por la otra es un reconocido activista en el campo de la lucha contra la corrupción, miembro del Consejo asesor de Transparencia Internacional y ha dictado varias conferencias incluso en instituciones prestigiosas como Harvard.
El segundo personaje opaco remite en cambio directamente al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Se trata de su hijo, Laureano Ortega. Uno de los periodistas más premiados del país centroamericano, Carlos Chamorro, afirmó en una entrevista al diario colombiano “El Espectador” que Ortega Jr. es el verdadero intermediario entre Wang Jing y Nicaragua, aunque no ocupa ningún cargo oficial en el gobierno de su padre. Una relación que quizás podría explicar por qué se adjudicó la construcción de la faraónica obra y la concesión de su explotación durante 100 años en condiciones extremadamente favorables, a HKND de manera directa, sin ningún proceso de licitación. Esta situación debería haber activado algún tipo de control de la justicia, pero “en Nicaragua eso es impensable”, dice Chamorro. “Aquí no existen órganos del Estado independientes del ejecutivo”.
Por último, hay toda una serie de preguntas referidas a los estudios de factibilidad y de impacto ambiental que muchos expertos consideran de muy dudosa calidad científica. El proyecto es decididamente rechazado por los ambientalistas, quienes afirman que la construcción del canal tendría efectos nefastos sobre el ecosistema nicaragüense. Ingenieros y expertos en navegación consultados por la AP destacaron además otros aspectos que podrían minar los fundamentos de la sustentabilidad económica del canal, como la reducción de la demanda de transporte de grandes contenedores o la competencia que podría tener debido a rutas alternativas, como la del Ártico. Por otra parte, la compañía no difunde cifras sobre las inversiones realmente hechas ni sobre los costos (aduciendo la confidencialidad con los inversionistas) y al mismo tiempo el Banco Central de Nicaragua comprometió como garantía del proyecto todas sus reservas internacionales. Lo que significa que según la ley se las puede entregar a Wang Jing y a sus socios. Una eventualidad que transformaría el sueño del canal en algo más parecido a una pesadilla.

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