Una procesión avanza en la noche de Managua; se nota en seguida que es distinta de cualquier otra. La música de Mozart llena el silencio de la sala. Un nutrido grupo de hombres, entre los 25 y 40 años, desfila silencioso y solemne. En el centro del recito hay una Biblia, una escuadra y un compás. Está por comenzar un “ágape blanco”, la reunión de una logia masónica abierta a todos, afiliados y profanos.
Es una escena insólita, pero aunque esté ocurriendo aquí, en este remoto rincón de América Central, no sorprende demasiado. En Nicaragua, la “fraternidad más antigua del mundo” cuenta con 500 miembros aproximadamente, distribuidos en cinco logias. Los ingleses fundaron la primera en 1763. Es un número reducido en comparación con los tres millones de miembros diseminados por todo el mundo, pero no deja de ser una cifra respetable, considerando las dimensiones del país. Y no se trata solo de una cuestión de cantidad, sino también de calidad y de peso, hacen notar los afiliados locales. Explican entonces con fervor de neófitos que en Nicaragua muchos miembros de la institución pasaron a la historia del país y de América Latina, como el poeta Rubén Darío y el revolucionario Augusto Sandino. E incluso el dictador Anastasio Somoza García era masón.
El actual Gran Maestro de la Soberana Gran Logia Simbólica de Nicaragua –con todas las mayúsculas correspondientes- se llama Mario Alberto Coppo. Él mismo explica al diario nicaragüense Contrapoder los requisitos para formar parte de la misma: creer en Dios y en la inmortalidad del alma, tener un sentimiento de unidad universal y poseer buenas costumbres. No necesariamente en este orden, pero las tres cualidades son indispensables para ser aceptado y honrar con su propia adhesión y las obras consiguientes a la benemérita sociedad. Por eso los aspirantes a masones deben superar una dura selección donde se desmenuzan hasta los más mínimos detalles de su vida como “profanos”. Recién al terminar el proceso, si subsisten los requisitos, puede tener lugar el tan ansiado –y secretísimo- rito de iniciación. Coppo insiste en refutar la ecuación: “masonería igual a sociedad secreta”. El hecho de que tenga sus secretos no quiere decir que sea secreta la institución a la cual da vida: “nuestro nombre está por delante, nuestras direcciones, nuestro templo, estamos a disposición de todos los que quieran conversar con nosotros”, explica el Gran Maestro a la revista nicaragüense.
Los motivos por los cuales se afilia la gente son los mismos que en cualquier lugar del mundo y aunque algunos cultivan intereses esotéricos relacionados con la simbología masónica (desde la letra G del “Gran Arquitecto del Universo” hasta el “ojo de la providencia”) por lo general el verdadero objetivo es estrechar relaciones en el mundo político y económico que puedan resultara útiles para los propios intereses, presentes o futuros. Es cierto que la mayoría prefiere permanecer en el anonimato, explica Roberto Hernández, otro de los referentes de la renombrada logia nicaragüense. “Tenemos personalidades de Estado, gente muy brillante, tenemos escritores, historiadores, políticos”. La única laguna son las mujeres. Todavía no han sido admitidas (al contrario de lo que ocurre en otros países, donde muchas logias cambiaron los estatutos para permitir que accedan personas de ambos sexos). Sin embargo Hernández no excluye que esto también ocurra muy pronto en Nicaragua, es más, será “en cualquier momento”.
Por ahora el objetivo principal es renovarse para atraer a las nuevas generaciones. Con ese fin se aprovechan las posibilidades que ofrecen las más modernas tecnologías. “La masonería de Nicaragua es una de las más jóvenes de Centroamérica; nosotros estamos orgullosos porque hay cada vez más jóvenes y su presencia contradice los viejos mitos. Mucha gente intercambia conocimientos por internet y cuando llegan aquí tienen las ideas más claras, sin tantos prejuicios”, sostiene Hernández.
Es la nueva frontera de la masonería 2.0: la logia al alcance de un click.