DESTINO EN PAREJA. De los altares, al barro. Sobre ellos pesa la acusación de ser los mandantes de la desaparición de 43 estudiantes mexicanos

El alcalde y su mujer / Foto Jesús Guerrero (AFP)
El alcalde y su mujer / Foto Jesús Guerrero (AFP)

En una humilde casita de un barrio pobre de la capital terminó la fuga de la pareja más buscada de México. La historia del alcalde de Iguala y su mujer es una historia emblemática de la forma en que se entrelazan política, policía y narcotráfico en el México contemporáneo. Un país –como afirmó el New Yorker- que parecía anestesiado contra la violencia en gran escala y recién con la desaparición de 43 estudiantes, la muerte de 6 y otros 17 heridos, se ha despertado de improviso, descubriendo que a 200 kilómetros de la capital una pareja podía controlar impunemente, con evidentes conexiones con el cartel narco de los “Guerreros Unidos”, una ciudad de 140 mil habitantes como Iguala.

Él, José Luis Abarca, vendedor ambulante de ropa y sombreros de paja desde niño, se vuelve poderoso y riquísimo (los medios mexicanos hablan de 17 propiedades a su nombre, entre las cuales se encuentra un imponente centro comercial). Circulaba protegido por “su” policía municipal, con la cual  amenazaba, de manera más o menos velada, a cualquiera que no le resultara grato. Se lo acusa incluso de haber asesinado personalmente el año pasado a un líder campesino fastidioso. Ella es María de los Ángeles Pineda, hermana de poderosos narcotraficantes y propietaria de una joyería donde también se podían cambiar dólares. Según el testimonio de la gente, recibía a los clientes que llevaban billetes de poco monto con un despectivo: “¿Qué traés, basura?”. Y aunque la familia los defiende (“Conoció a su esposa de jovencito y es una persona de trabajo. Él ha hecho su dinero y estaba económicamente muy bien antes de ser presidente municipal”, declaró su hermana a AFP) resulta muy difícil imaginar un ascenso tan meteórico sin algún “empujoncito”.

En ese sentido, muchos piensan precisamente en su esposa. Una mujer que los mismos miembros de “Guerreros Unidos” han definido, desde la cárcel, como algo más que una simple aliada; según estos testimonios es “la principal operadora de actividades delictivas” en Iguala.

La fiscalía acusó a la pareja de ordenar el ataque del 26 de setiembre, presuntamente para evitar que los estudiantes sabotearan un acto público de Pineda, quien tenía intenciones de suceder a su marido en 2015.

El diario centroamericano El Faro informa que los habitantes de Iguala los describen con dos palabras: prepotencia y soberbia. Todos concuerdan en que era ella, versión latina de Lady Macbeth, quien tenía el mando. “Les teníamos miedo”, afirma una funcionaria. Desde el martes su imperio se ha derrumbado definitivamente, para alivio del presidente Peña Nieto y todo su gobierno, que pudieron exhibir ante la opinión pública algún logro en las investigaciones que progresan tan trabajosamente. Pero sobre los 43 estudiantes desaparecidos se mantiene la más absoluta oscuridad. La cabeza de los cónyuges Abarca Pineda no es suficiente para los manifestantes –con los normalistas en primera fila-, que anteayer volvieron a ganar las calles de Ciudad de México y anunciaron que la próxima será una semana incendiaria. La protesta –que en términos generales ha sido pacífica hasta el momento- se va inclinando decididamente hacia la radicalización.

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