El sitio argentino InfoBae, con la firma de Omar Livieri, publica hoy la documentación sobre las circunstancias que en 2009 llevaron al gobierno argentino a obligar, durante un cierto tiempo, a usar un chaleco antibalas al cardenal Jorge Mario Bergoglio. La medida fue dispuesta por la Policía Federal debido a que el 17 de diciembre de 2009 Aníbal Fernández, Jefe de Gabinete de Ministros, recibió un mail anónimo donde le advertían que un grupo cercano a Luis D’Elía –dirigente del movimiento “piquetero” y militante del kirchnerismo oficialista- había planificado y se disponía a ejecutar un atentado contra la vida del cardenal Bergoglio.
El mail, al cual Infobae tuvo acceso y figura en el expediente judicial, decía textualmente: “Sr. Ministro. Van a atentar contra la vida del Cardenal Bergoglio los encargados de ejecutar el hecho son un equipo del círculo más íntimo de D´Elía, a quienes habría convocado, van a recibir a cambio mucho dinero para irse del país y D´Elía les asegurará la impunidad absoluta. Ya tienen la información sobre los movimientos del cardenal, el hecho sería inminente. El cardenal Bergoglio no posee custodia ni auto oficial por su propia voluntad, piensa y actúa como jesuita, se traslada solo y generalmente en colectivo o subte. Este regalo se lo van a la colgar a la Presidente en el arbolito de Navidad. Ministro no necesito explicarle por qué motivos no me doy a conocer. Acepto muchas cosas pero esta es una locura que no perdonaría jamás”.
El Ministro Aníbal Fernández envió inmediatamente el texto (originado en la cuenta anonimo1@hotmail.com) a los dos reponsables de la Policía Federal: Néstor Vallecca y Jorge Oriolo. Se llevaron a cabo varias reuniones entre la División Operaciones de la Dirección General de Seguridad Interior de la Policía Federal, a cargo del comisario Roberto Gustavo De la Fuente, y la jueza María Servini de Cubría, y en pocas horas se decidió que el Cardenal Bergoglio debía ser puesto bajo protección incluso contra su voluntad.
El episodio concluyó en febrero de 2010 cuando la justicia determinó que las acusaciones anónimas contra D’Elía no tenían ningún fundamento. Pero entre tanto, el cardenal debió aceptar una discreta escolta y en algunas circunstancias –dos o tres- debió utilizar un chaleco antibalas que le resultaba verdaderamente molesto.

ametalli@gmail.com

