Es necesario reaccionar para salvar la democracia mexicana. Es durísimo el último editorial –“El inaplazable combate a la corrupción”- del semanario de la arquidiócesis de Ciudad de México Desde la fe. Durísimo y lúcido. Casi un informe médico, visto que –no por casualidad, sin duda- toma de la medicina más de un término.
En primer lugar el diagnóstico: la corrupción es “una epidemia que parece no tener cura (…), la verdadera causa del desarrollo del fenómeno del narcotráfico y el crimen organizado, de la desigualdad social, del debilitamiento de las instituciones y de la pésima procuración de justicia que favorece la impunidad y aumenta la desesperanza en los mexicanos”.
México, afirma la revista, está gravemente herido e infectado por una bacteria que no solo ha hecho retroceder al país sino que ha colocado a la democracia al borde de la muerte. “O se busca pronto la manera de erradicar la corrupción o en poco tiempo nuestra débil democracia quedará hecha añicos”, es el grito de alarma que la Iglesia mexicana lanza a las autoridades políticas y a todo el país.
A continuación sigue la enumeración de las causas de este mal: falta de control de los servidores públicos, impunidad, una justicia supeditada al poder político. Y al final los posibles remedios: estrictos controles de corrupción, tanto precautorios como punitivos, la exigencia a los partidos políticos para que eliminen la corrupción al interno de sus instituciones. La firme voluntad política de depurar cuanto antes a los funcionarios y militantes corruptos.
No es la primera vez que la Iglesia mexicana toma posición sobre los problemas del país desde las columnas de Desde la fe. Ya durante los sucesos de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa el semanario había publicado otro fuerte editorial donde se definía a México como “el país de las matanzas”.
Ahora, después de la violencia, le llegó el turno al otro gran mal mexicano.
El editorial termina citando las palabras del Papa: «El reto es ingente, pues como también ha señalado el Santo Padre “hay pocas cosas más difíciles que abrir una brecha en el corazón corrupto, pues el corrupto se cree un vencedor, no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”».