MUERTOS Y QUEMADOS. La confesión de un sicario podría ser decisiva para aclarar finalmente el destino de los 43 estudiantes mexicanos. Pero los padres no se rinden

Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo. Foto EFE
Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo. Foto EFE

¿Y si fuera verdad? ¿Y si el último sicario –apodado El Cepillo- hubiera dicho la verdad? Cuatro meses después de la desaparición de los 43 estudiantes mexicanos de Ayotzinapa, el testimonio-confesión de Felipe Rodríguez Salgado -verdadero nombre de El Cepillo, uno de los jefes del cártel narco de Guerreros Unidos- podría ser finalmente decisivo para una investigación que hasta el momento se ha movido entre polémicas y no pocos tropiezos. ¿Y qué es lo que dijo Salgado? Interrogado por los jueces, admitió que había dado la orden de asesinar y después quemar a los estudiantes capturados (probablemente por orden del intendente) tras los enfrentamientos que se produjeron en una manifestación en la ciudad de Iguala.

Las declaraciones del sicario confirman lo que hace tiempo ya es más que una sospecha, vale decir, la pista que siguieron los investigadores referida a una “alianza” entre la criminalidad organizada y las fuerzas de policía de la zona. Salgado ha declarado, en efecto, que la noche del 26 de septiembre había recibido a los normalistas de manos del ex asesor de Seguridad Pública de Iguala, Felipe Flores Velázquez (todavía prófugo) y del vicedirector de la policía del vecino pueblo de Cocula. Ellos le habrían entregado “40 jóvenes con la cabeza rapada, y otros tres con cabello largo”. Los jóvenes, relató, “tenían las manos atadas”. A los sicarios se les dijo, además, que eran miembros del cártel rival de Los rojos. La versión de Salgado concuerda con el testimonio de casi 100 imputados, arrestados cuando estalló el caso.

Los estudiantes fueron cargados en un furgón y trasladados por El Cepillo, quien los habría interrogado antes de ajusticiarlos y quemar los restos. Esta circunstancia ha sido confirmada por los otros detenidos. Luego, siguiendo las órdenes del líder del cártel de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias Salgado –también detenido-, ordenó pulverizar los restos con palas antes de arrojarlos a un río dentro de bolsas de basura.

Los restos fueron efectivamente encontrados en el basural de Cocula, pero tan deteriorados que debieron enviarlos a la Universidad de Innsbruck para realizar estudios con recursos altamente sofisticados. Hasta el momento solo fue identificado el cuerpo de uno de los desaparecidos, el estudiante Alexander Mora Venancio, de 21 años.

Entre tanto las familias, a cuatro meses de los hechos, no se rinden. Los padres “seguirán buscándolos con vida”, declaró el abogado de los mismos. Para los padres todavía no existen “pruebas científicas indiscutibles” de la muerte de sus hijos. Ellos consideran que la versión de la incineración en el basural es una hipótesis que todavía se debe demostrar.

Precisamente para hoy, 26 de enero, está prevista una nueva marcha –organizada por las familias- que partirá de cuatro puntos de Ciudad de México para confluir en la céntrica plaza del Zócalo.

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