Un amigo del Papa, Gustavo Vera, fundador y animador de una dinámica ONG argentina (“La Alameda”) -que entre otras cosas se ocupa de la lucha contra el tráfico de seres humanos- recibió hace unos días un mail privado e informal del Papa Francisco. Decidió –no se sabe cuáles fueron las razones de su insólito comportamiento- hacerlo público; primero algunas frases y después el texto completo. En el mensaje el Papa hace referencia a la situación argentina que describe su amigo y dice textualmente: “Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización”. Inmediatamente estalló el caso mediático, el gobierno de México presentó una queja formal en horas de la tarde del martes 24 de febrero y la Sala de Prensa del Vaticano difundió un comunicado firmado por su director, el padre Federico Lombardi, donde aclara que la Secretaría de Estado entregó una nota al embajador de México ante la Santa sede en la que aclara que con la expresión “evitar la mexicanización” el Papa “de ningún modo pretendía herir los sentimientos del pueblo mexicano, por el cual nutre un especial afecto, y menos aún minusvalorar el compromiso del Gobierno en la lucha contra el narcotráfico”.
1. El episodio tiene características bastante curiosas que vale la pena considerar, empezando por una cuestión casi banal: ¿qué nación de la región sudamericana ha protestado jamás cuando alguien usa (¡y se usa bastante!) la expresión “vamos a terminar como un país sudamericano” o bien “como una república bananera de Centroamérica”? ¿Cuántas notas diplomáticas de protesta ha presentado Italia cuando en cualquier parte del mundo se refieren a la mafia y a la corrupción “estilo italiano”? Los ejemplos podrían ser muchos. La cuestión lingüística no tiene gran importancia, pero sugiere que la “protesta” de México, por muy respetuosa que sea, tiene todo el aspecto de un ser pretexto.
2. Hace muchos años que en América Latina y Estados Unidos los especialista, los políticos, los académicos y las personalidades de la ciencia y la cultura, los líderes religiosos y las agrupaciones de todo tipo de la sociedad civil usan la expresión que alude al caso de México (vamos a terminar como México… o sea, “mexicanización”) para referirse a fenómenos que están disgregando peligrosamente el tejido social de la región, especialmente el narcotráfico y el consiguiente consumo de droga, con todas las consecuencias de violencia de mayor o menor envergadura que, como es sabido, estas trágicas realidades acarrean inexorablemente. Sin embargo, las autoridades de México nunca dijeron nada en el pasado ni se dieron por aludidas. Absoluto y ensordecedor silencio.
3. En este caso no fue lo mismo, porque lo dijo el Papa. ¿Y qué dijo el Papa? Algo que ya sabemos y que está documentado hasta el hartazgo. Recordando lo que le habían explicado algunos obispos mexicanos sobre la situación del país, situación que provoca “terror” (sobre todo y en primer lugar a los mexicanos) Francisco habla sobre el peligro de la “mexicanización” de Argentina, vale decir, el peligro de “terminar como México”. ¿Y cómo ha terminado México?
4. Para esta pregunta hay muchísimas respuestas competentes de Organismos especializados de las Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos, de la Oficina Mundial de la Salud y de cientos de asociaciones cualificadas de tipo independiente. Además –lo que tiene especial relevancia en este caso-, desde hace mucho tiempo y sobre todo en los últimos cuatro años, el Episcopado de México no se cansa de denunciar de manera documentada la extrema gravedad de la situación del país debido al poder y la violencia que ostentan los cárteles de la droga, del tráfico de seres humanos y del tráfico de armas, que controlan vastas regiones del país. El 17 de febrero pasado los obispos se habían pronunciado sobre esa realidad con una declaración titulada de manera muy significativa: “¡Alto a los corruptos!”.
El espantoso crimen de los 43 estudiantes de Iguala, en septiembre de 2014, tiene un móvil muy concreto, que el mismo presidente Barak Obama denunció ante el Congreso estadounidense diez días antes de la carnicería ejecutada por el narcotráfico: las plantaciones de amapola, un 98 por ciento de las cuales se encuentra en el Estado de Guerrero. Obama dijo en aquel momento que “el principal proveedor de derivados de opio a Estados Unidos es México”. Recordó también que en los últimos cuatro años el secuestro de heroína en la frontera con México aumentó un 324%. En esa oportunidad los obispos mexicanos hicieron uno de los pronunciamientos más duros de todos los tiempos, al concluir la 98ª Asamblea plenaria: “¡Basta ya de tanta corrupción, impunidad y violencia!” (12 de noviembre de 2014).
5. Al mismo tiempo es importante destacar que el gobierno argentino tenía buenas razones para reaccionar, pero no dijo nada. Las palabras del Papa son mucho más graves para las autoridades de Buenos Aires que deben hacer frente a un crecimiento galopante del consumo de drogas, fenómeno que, una vez más, denunciaron recientemente los obispos argentinos. El gobierno de Buenos Aires, consciente de la gravedad de la situación, optó por mantener un perfil bajo y evitó genera cualquier tipo de polémica.
Según los informes de la ONU, Argentina habría alcanzado a Estados Unidos en el nivel de consumo de droga: afirman que el 2,6% de la población (entre 15 y 64 años) utiliza cocaína. Argentina también ocuparía ya el primer lugar como país consumidor de cocaína en Sudamérica, seguida por Chile con el 2,4%, Uruguay con el 1,4% y Colombia con el 0,8%.
El periódico digital Osservatorio droga recuerda que “los obispos argentinos hicieron uso de la palabra para manifestar su preocupación por los cada vez más numerosos episodios de violencia relacionados con el narcotráfico y los escándalos que dejaron al descubierto colusiones entre las Fuerzas del orden y traficantes de droga”. Se refiere al documento “El drama de la droga y el narcotráfico” que presentaron con una conferencia de prensa el Presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Mons. José María Arancedo, y el titular de la Pastoral Social de la CEA y obispo de Gualeguaychú, Mons. Jorge Lozano.
En esa oportunidad los obispos solicitaron “medidas urgentes” contra el tráfico de droga y su impacto en la sociedad, especialmente en los sectores más vulnerables, y denunciaron la falta de cooperación entre los organismos oficiales competentes, así como la corrupción y la complicidad de funcionarios, lo que que está creando en Argentina una situación semejante a la de México y Colombia.
El documento, desarrollado en 13 puntos, manifiesta “dolor y preocupación” por el crecimiento del narcotráfico y su impacto en la sociedad y pone en guardia contra la corrupción de miembros de las fuerzas de seguridad, funcionarios judiciales y políticos que “colaboran con los grupos mafiosos. Esta realidad debilita la confianza y desanima las expectativas de cambio”. Mons. Arancedo explicó que “a esta situación de desborde se ha llegado con la complicidad y la corrupción de algunos dirigentes (…) miembros de las fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y políticos que colaboran con los grupos mafiosos”, y también lamentó que “el organismo del Estado dedicado a coordinar las políticas públicas en esta materia (SEDRONAR) lleve tantos meses sin tener su responsable designado”. Apoyándose en datos de investigaciones periodísticas, el arzobispo puso de relieve el hecho de que actualmente “las fronteras son vulnerables” y habló de “vuelos clandestinos” para el transporte de “mercaderías y sustancias ilegales”.
Una atención especial concedió después a los métodos de lavado de dinero: “Hay ciertamente algunas empresas y otras actividades comerciales directamente relacionadas con los que se ocupan de reciclar el dinero proveniente del narcotráfico”.
6. Nadie, y mucho menos el Papa y los obispos mexicanos, ha puesto en duda que las autoridades de ese país, aunque no siempre y no todas, hacen lo posible para combatir los fenómenos denunciados. Es sabido que junto a autoridades y políticos honestos que luchan, aún a riesgo de su propia vida, contra la violencia y los fenómenos de corrupción y narcotráfico, también hay políticos y autoridades conniventes con las diferentes formas de crimen organizado en México. Es algo que se lee todos los días en los diarios mexicanos. El problema es otro: los resultados de esa lucha por ahora son escasos y débiles. Este debería ser tema de debate y tal vez se debería alentar a las autoridades mexicanas para que soliciten ayuda a la comunidad internacional. Es cierto también que esa ayuda llegaría sin demora porque son muchos los países involucrados en los efectos negativos de la situación mexicana.
7. Pero lo primero que debería hacer el gobierno de México es reconocer la gravedad de la situación, pensar menos en el patriotismo o la lealtad al partido y concentrarse más en atacar la raíz, las causas profundas de la realidad que está devastando la nación. Y obviamente debería dejar de lado la idea de que cualquier crítica, especialmente la de los obispos mexicanos, es una ofensa o un ataque. Leyendo en estas horas las reacciones de los políticos locales, alineadas (aunque no todas) con la del gobierno, resulta inevitable pensar que la decisión de montar un caso mediático con el Papa tiene en realidad otro objetivo, por lo menos para algunos: acallar e intimidar a los obispos que, según dicen, “hablan de más y sin conocer la situación”.