REHÉN DE LA DESIDIA. En el Centro histórico de Ciudad de México, la iglesia de Santa Veracruz se encuentra en un estado de completo abandono

Construida por voluntad del conquistador Hernán Cortés
Construida por voluntad del conquistador Hernán Cortés

Si la Alameda Central, pulmón verde de la ciudad, y el colorido de los puestos de todo tipo que ocupan las aceras de la Avenida Hidalgo no absorben completamente la atención, en el número 51 de esa arteria se puede entrar en la antigua iglesia de Santa Veracruz para hacer un momento de oración. La construcción, símbolo de la evangelización de América, se remonta a la segunda mitad del siglo XVI. Pocos años después de desembarcar en el actual puerto de Veracruz, el viernes santo de 1519, Hernán Cortés hizo levantar una pequeña ermita para conmemorar aquel día y dar gracias a Dios por el éxito de la empresa. Después de la muerte del conquistador, la Archicofradía de la Cruz la convirtió en una iglesia a pleno título. A lo largo de los siglos el edificio tuvo numerosas reconstrucciones y consolidaciones para reparar los daños ocasionados por inundaciones, terremotos y hundimientos del terreno. La obra terminó recién en el siglo XVIII, cuando se erigieron las torres y la fachada principal.

Las características del subsuelo y la humedad hacen que el edificio requiera un mantenimiento constante. El padre Rafael Montoya, párroco de la iglesia desde hace más de seis años, denunció el desinterés de las autoridades y el estado de abandono en que se encuentra el monumento, que forma parte del patrimonio histórico mexicano. Tan solo una vez en los últimos tiempos acudieron algunos funcionarios del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en respuesta a una solicitud que se hizo para que arreglaran una fisura que había en la parte del coro superior, por donde comenzaba a filtrarse el agua de lluvia que estaba deteriorando todas las piezas del órgano. No hace mucho volvieron para hacer un estudio técnico más exhaustivo que puso en evidencia la necesidad de emprender con urgencia algunos trabajos.

Si el recubrimiento interno de la iglesia ya está muy deteriorado, tampoco faltan daños provocados por la elevada humedad que originaron graves desprendimientos en el techo que a su vez, al caer, produjeron otros considerables daños en el interior de la nave. Para no hablar de los muros exteriores donde ha crecido una gran cantidad de hierba parásita que afecta la estructura.

Trasladar a otros la responsabilidad forma parte del juego de la política, lo mismo que el absurdo laberinto de la burocracia. Y como la iglesia de Santa Veracruz es un monumento histórico de interés nacional, las autoridades afirman que no pueden tomar medidas sin el asesoramiento de especialistas. Por otra parte los representantes del gobierno que participaron en la junta presbiterial de la IV Vicaría afirman que los fondos presupuestarios ya fueron acordados pero no han podido salir, y si estos no se utilizan antes de octubre, se pierden.

Entre las obras de arte que se conservan en el templo, se destacan algunas obras maestras como el Cristo de los Siete Velos, una pieza hecha en Italia entre el siglo XIV y el XV  que fue donada por el Papa Pablo III (1534-1549) al emperador Carlos V. En una capilla lateral también se puede ver al altar de Nuestra Señora de Guadalupe y un cuadro de gran originalidad de la Santísima Trinidad, donde Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen en común el mismo rostro de Jesús.

El padre Montoya considera que es incomprensible que un edificio con tantos siglos de historia haya sido abandonado a la degradación más desoladora y adhirió a la iniciativa promovida por el padre Alfredo Ramírez Jasso,  responsable de la Comisión de Arte Sacro para la VI Vicaría, que convocó a instituciones privadas para que aporten fondos que permitan financiar el rescate de algunos sitios en riesgo del centro histórico con relevancia histórico cultural. Una de las retribuciones inmediatas de esta ayuda sería una placa monumentum aere perennius a la entrada del recinto apadrinado, para que se conserve la memoria del benefactor, y también se gestionaría la exención impositiva durante un período determinado”.

La conciencia de la importancia que tiene el patrimonio histórico artístico para la construcción de la identidad de un pueblo permite esperar que no sea esta la última vez que la iniciativa de unos pocos consiga el apoyo de fondos privados para superar el nefasto laberinto de las administraciones públicas.

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