En la trágica guerra civil que arrastra Venezuela desde el 12 de febrero, donde se usa todo tipo de métodos y tácticas, la única voz que parece realmente lúcida, clarividente y calificada es la del arzobispo de Caracas, el cardenal Jorge Urosa Savino. Las “partes” sociopolíticas, divididas electoralmente en dos mitades equivalentes según los resultados de los comicios presidenciales (14 de abril de 2013), no se escuchan entre sí, no dialogan, no negocian. La ley vigente parece ser la “lucha sin cuartel”. Los muertos en los enfrentamientos en las plazas y calles son por lo menos 28 –los heridos más de 350 y las personas denunciadas a las autoridades judiciales cerca de 1500- y cada día que pasa las posiciones están más radicalizadas, distantes y antagónicas. Por el momento, nada parece favorecer ese diálogo que el prelado venezolano, y obviamente no sólo él, considera “urgente, necesario y posible”.
El país sudamericano está al borde de una guerra civil declarada y no faltan quienes, con buenas razones y buena información, temen un golpe militar que sin duda no sería “blando” (de tipo “bananero”, cuando en la región los generales tomaban el poder siguiendo las fluctuaciones del precio de la banana). Sería un golpe recibido con el aplauso de buena parte de la opinión pública nacional e internacional, más allá de las palabras retóricas y litúrgicas de “condena”. En los ministerios de Relaciones Exteriores latinoamericanos circulan documentos que, si bien en línea teórica, analizan y prospectan modelos posibles frente a lo que se denomina con el eufemismo de “pronunciamiento castrense”.
No parece que el país tenga mucho tiempo. En su conjunto, la situación se encuentra tan deteriorada que a esta altura ya no es suficiente una solución, también hace falta actuar rápido, más aún, de manera urgente. Las soluciones posibles pero demoradas en el tiempo podrían llegar tarde, cuando todo haya precipitado. Venezuela ya vivió en el pasado momentos parecidos y casi siempre la salida fue un régimen autoritario. Algunos rebaten esta hipótesis pesimista diciendo que “las Fuerzas Armadas venezolanas son chavistas” –y por tanto fieles al presidente Maduro- pero olvidan, o no conocen, la Doctrina de Seguridad nacional que guía e inspira los cuerpos militares latinoamericanos desde hace medio siglo. El golpe podría materializarse precisamente “para salvar la herencia de Chávez”, y adquirir después una dinámica propia.
En una articulada entrevista concedida al diario “El Nacional”, el cardenal Jorge Urosa Savino es honesto, claro y preciso: la violencia se origina en las dos partes, en las fuerzas del gobierno de Nicolás Maduro, más empeñado en comportarse como líder del chavismo que como presidente de la república, pero también en la desordenada, confusa y fragmentada oposición, donde parece que el bastón del liderazgo depende del grado de violencia que promueve.
Con las fuerzas de gobierno, el purpurado es perentorio: “La violencia, la represión y el vandalismo no son los caminos para resolver los problemas. Las protestas surgen sobre todo por el anhelo de los estudiantes de tener futuro, de tener vida. El diálogo es necesario y es posible. El país necesita de todos. El gobierno está obligado a sentarse con todos los sectores políticos del país para tomar el pulso de la realidad, a tener en cuenta las aspiraciones de la gente y a resolver las dificultades del pueblo”. Al condenar “el uso excesivo de la fuerza” de parte del gobierno, el cardenal Urosa advierte que en algunas muertes están involucrados “funcionarios de los organismos de seguridad” y afirma: “Se ha cometido un error al autorizar a civiles a actuar en la represión y disuasión de las manifestaciones de protesta”.
Con respecto al comportamiento de los grupos de la oposición el cardenal Urosa es igualmente claro y transparente. Estos grupos, dice, “no han llamado suficientemente a sus seguidores a evitar la violencia”. Asimismo piensa que en la oposición “hay mucha confusión y no se han planteado objetivos específicos”, y afirma: “No estoy de acuerdo con las barricadas” (táctica preferida por la oposición, donde murieron algunos manifestantes).
El cardenal Urosa también reitera la disponibilidad de la Iglesia para mediar en la crisis, “como facilitadores” del diálogo, en una “actitud de hermanos, padres y amigos de todos”, porque “no estamos buscando poder político”. Insistiendo en la necesidad y urgencia del diálogo, el arzobispo de Caracas pide “capacidad de rectificación y de encuentro” por el bien de todos. Sobre la Conferencia nacional de paz convocada por el gobierno, de la que participó la Iglesia, el cadenal hace un juicio positivo porque la considera un primer paso, pero a continuación aclara: “hay que tener en cuenta una agenda, la actitud y la intencionalidad del encuentro” (de diálogo sincero). Por último, el cardenal insiste en el desarme de los espíritus, en la importancia de la seguridad para todos los ciudadanos y en la normalización del abastecimiento de artículos de primera necesidad, sobre todo alimentos. “El gobierno debe bajar el tono de su discurso, que es ofensivo y emotivo, que es hablar con el puño cerrado”, concluye el arzobispo de Caracas.
Jorge Arreaza, vicepresidente de la república, insistió ayer en la convocatoria a las oposiciones para que esta semana –que definió decisiva- se integren a las mesas “de la paz y de la unidad”, especialmente los partidos asociados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y los estudiantes universitarios agrupados en la “Federación de Centros Universitarios (FCU). Días atrás el MUD y la FCU habían condicionado esta participación a que el gobierno aceptara cinco puntos: libertad a los presos políticos, justicias para las víctimas de la represión, adecuado abastecimiento de alimentos, seguridad para los ciudadanos y una agenda clara con igualdad de condiciones. La respuesta del presidente Maduro fue categórica: ¡No!
El 26 de febrero pasado, el Papa Francisco se dirigió a las autoridades y al pueblo de Venezuela con una exhortación, que lamentablemente todavía no fue escuchada: “Auspicio vivamente que cesen lo antes posible las violencias y las hostilidades y que todo el pueblo venezolano, a partir de los responsables políticos e institucionales se aboquen a la tarea de favorecer la reconciliación a través del perdón recíproco y de un diálogo sincero y respetuoso de la verdad y de la justicia, capaz de afrontar los temas concretos para el bien común. Mientras aseguro mi constante y ferviente oración, en particular por quienes han perdido la vida en los enfrentamiento y por su familias, invito a todos los creyentes a elevar súplicas a Dios por la materna intercesión de nuestra Señora de Coromoto, a fin de que el país reencuentre prontamente paz y concordia”.

ametalli@gmail.com

