Las homilías de monseñor Oscar Rodríguez Maradiaga, el cardenal arzobispo de Tegucigalpa, capital de Honduras, recuerdan las del dominico Antonio Montesinos cuando fustigaba a sus compatriotas que explotaban a los indios como animales. En la mira del purpurado hondureño ya hace tiempo que están los narcos, que han transformado el país en un campo de batalla. No hace mucho afirmó públicamente: “A mi juicio, la única manera de detener este comercio inmoral, este comercio criminal, porque termina vidas humanas, es confiscando los bienes de los narcos y quitándoles sus riquezas ilícitas, porque sin dinero no pueden comprar a nadie”. Y lo repitió con toda seriedad en la homilía del último domingo, desde el púlpito de la catedral metropolitana de Tegucigalpa. Sus bienes “deberían ser confiscados y vendidos para pagar la deuda social” que tiene el país con los más excluidos del progreso.
Rodríguez Maradiaga está en la lista negra de los narcotraficantes y ha recibido numerosas amenazas de muerte, pero igual que Montesinos, no claudica.
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