DON BOSCO Y AMÉRICA DEL SUR. En 2015 se celebra el “primer” jubileo salesiano. Habla el Rector Mayor, Ángel Fernández Artime: “El camino es claro: a nosotros el Papa nos pide fidelidad a nuestros orígenes”.

El décimo sucesor de don Bosco
El décimo sucesor de don Bosco

Cinco años en Buenos Aires como inspector de los salesianos para el sur de la Argentina antes de ser elegido, el 25 de marzo pasado -día de la Anunciación- nuevo Rector Mayor y décimo sucesor de don Bosco. El padre Ángel Fernández Artime, asturiano de 54 años, se siente honrado y orgulloso de conducir a más de 15.000 salesianos que trabajan en todo el mundo. “Hoy un salesiano tiene las mismas motivaciones que ayer. Si uno tiene claro cómo empezó todo, es fácil ser salesiano aún en el mundo moderno”, afirma el sacerdote al comienzo de la conversación. En un óptimo italiano, explica cuáles son los dos principios sobre los que se apoya la vocación salesiana: “Junto a una profunda razón de fe, que acompaña la vida de todo religioso, hace falta un corazón con una gran pasión por educar a los jóvenes”. El encuentro con los jóvenes es el “alma” de los hijos del carisma de don Bosco: un alma que debe ser vivida como una urgencia que mueve y define toda la vida. “Un alma que también es válida para mí, aunque haya sido llamado a realizar un trabajo “administrativo” y ocuparme de religiosos, misiones y obras”. “Si un salesiano no deja que se apague la llama de su vocación, nunca será un burócrata de la fe”.

Don Bosco tenía claro que era necesario salir al encuentro de los que estaban más lejos. Una lejanía que se traduce también en términos geográficos, porque respondió con entusiasmo al pedido del entonces obispo de Buenos Aires para hacerse cargo de una parroquia en la ciudad y un colegio de jóvenes no muy lejos de allí, en San Nicolás de los Arroyos. Y en el corazón de Don Bosco comenzó a crecer el sueño de llegar hasta la Patagonia. El último lugar del mundo, el fin del mundo, una expresión que ya resulta familiar a los cristianos con la elección del Papa Francisco. El 11 de noviembre de 1875 se bendijo en Torino la primera expedición misionera salesiana. “La certeza de don Bosco para mí es una fuente de renovado asombro”, comenta el padre Ángel, y destaca que “el carisma de aquel hombre consistía en la intuición y en la fuerza para comprometer y apasionar a otros”. Una energía que no descansaba nunca y que desplegó hasta los últimos días de su vida. En pocos años el territorio misionero salesiano se extendió hasta la Tierra del Fuego. Con un decreto de la Congregación de Propaganda Fide del 16 de noviembre de 1883, obtuvo la autorización para instituir dos “provincias” misioneras confiadas a la congregación: el vicariado apostólico de la Patagonia septentrional y central, confiado al padre Giovanni Cagliero -consagrado obispo al año siguiente-, y la prefectura apostólica de la Patagonia meridional asignada al padre Giuseppe Fagnano. Fueron años en los que la historia “privada” de los salesianos se entrelazó con la historia “oficial” de las exploraciones: en los años treinta el bergantín HMS Beagle de la Marina Real Británica al mando del capitán Robert Fitz Roy, zarpó hacia Sudamérica y durante cinco años fue la casa flotante de un joven naturalista de 22 años llamado Charles Darwin. Resultó ser una expedición científica revolucionaria. Cincuenta años después, en 1880, el padre Fagnano se internó en el valle del Rio Negro para tomar contacto con las poblaciones aborígenes. En 1884 junto con Antonio Oneto, capitán genovés de larga experiencia, intuyó la posibilidad de llevar a cabo una experiencia de “reducción” indígena, inspirada en la misiones de los jesuitas en el Paraguay que los salesianos conocían bien, porque en 1880 hicieron reimprimir en Torino los dos volúmenes de Ludovico Antonio Muratori de El cristianismo feliz en las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en Paraguay. (Venezia, 1743-1749). Sin embargo, la resistencia de los grandes latifundistas y la muerte de Oneto impidieron que el padre Fagnano concretara su proyecto. Dejó Carmen de Patagones y se internó hasta Chile, donde se estableció en Punta Arenas y continuó su actividad misionera fundando escuelas, lugares de culto y colegios, e incluso se incorporó a algunas expediciones científicas para conocer mejor las poblaciones locales. En 1892, durante uno de estos viajes, se descubrió un lago de 100 km de largo, que en su honor fue llamado “lago Fagnano”. La primera misión salesiana en Río Grande (1893) hoy lleva el nombre de “Nuestra Señora de la Candelaria” y es un complejo educativo, cultural y deportivo que incluye un gran colegio agrotécnico especializado en la cría de ovinos.

A la muerte de don Bosco (1888) los salesianos eran 786, de los cuales más de 150 trabajaban en misiones en Argentina. La experiencia salesiana en Sudamérica, rica y genuina, sigue viva en el deseo intenso de estar cerca de los jóvenes de esas regiones y de “compartir la historia de esos pueblos”. “Es un principio fundamental que también es válido para la evangelización en el mundo moderno –explica el padre Ángel- para no ser simples “animadores”, sino “testigos” de Cristo. Los que hoy están lejos no son necesariamente los más distantes desde el punto de vista geográfico, hay que salvar una lejanía del corazón”. Y agrega sonriendo que “el corazón de los jóvenes de hoy es el mismo corazón de los jóvenes de hace 50  o  150 años”. Me permito recordarle al padre Ángel el Dialogo della Moda e della Morte en las Operette morali de Giacomo Leopardi: la Moda, hermana de la Muerte, advierte que le presta un servicio inapreciable porque mata a los hombres aunque los deja vivos, confundiéndolos con falsos placeres y apagando en ellos el deseo de infinito del que están hechos. Don Ángel afirma que es exactamente así. Sonríe. Los halagos del mundo contemporáneo son una droga que adormece a los jóvenes, inculcando en ellos el convencimiento de que así son libres.

Hoy la presencia de los salesianos en el mundo se extiende a 132 países de los cinco continentes. Una razón más para destacar la importancia de las celebraciones por el bicentenario del nacimiento de su fundador. El padre Ángel considera que el jubileo salesiano es “un momento especial e histórico”, porque se trata de una “primera vez”. En efecto, recuerda que “entre 1914 y 1915 Europa y el mundo entero estaban envueltos en el drama de la Primera guerra mundial. Era imposible en aquel momento cualquier forma de celebración. Por otra parte, más de 2000 sacerdotes salesianos fueron llamados a las armas según su nacionalidad. Un drama dentro del drama: en el frente era fácil encontrar como enemigo a otro salesiano”. Por eso el jubileo salesiano de 2015 tendrá un “sabor a novedad”. Uno de los eventos más relevantes será un encuentro en Torino (30 de enero-1º de febrero) del Rector Mayor y los 30 Superiores Generales de los 30 grupos canónicos de la familia salesiana (por primera vez en la historia) para reflexionar sobre el camino recorrido y plantear nuevas propuestas y desafíos educativos nacidos de la experiencia de las distintas realidades del mundo; otro acontecimiento significativo, entre el 11 y el 16 de agosto, será un gran encuentro juvenil en Valdocco, relacionado con una peregrinación de Torino a Colle Don Bosco, para preparar la visita pastoral del Santo Padre el 21 de ese mismo mes.

La idea de una Iglesia auténtica, humilde, pobre y para los pobres, identifica el carisma de don Bosco con el del Papa Francisco: “los salesianos nacimos en una periferia como era Valdocco. El camino es claro: a nosotros el Papa nos pide fidelidad a nuestros origenes”. Un cristiano que observa y escucha a Francisco solo puede estar agradecido por la riqueza que Dios ha donado a su Iglesia en estos tiempos tan difíciles. Gratitud que también abraza espiritualmente a Benedicto: “Una gran fe, una gran inteligencia, una gran libertad para tomar una decisión como esa”.

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