MI TIO FRANCISCO. “Es un hombre capaz de tomar decisiones y se en algún momento siente que no puede seguir, tomará la decisión de renunciar”

José Ignacio Bergoglio muestra un cartel donde está escrito: “Francisco, el norte te espera”.
José Ignacio Bergoglio muestra un cartel donde está escrito: “Francisco, el norte te espera”.

“Mi tío Francisco es un hombre que sabe tomar decisiones y si en algún momento siente que no puede seguir, tomará la decisión de renunciar al Pontificado. Pero creo que, por ahora, tiene fuerzas para continuar”, afirma el sobrino del Papa Francisco, José Ignacio Bergoglio, hijo de la única hermana viva del Pontífice, María Elena, en una amplia y articulada entrevista que concedió al diario español ABC.

En respuesta a una larga serie de preguntas de la periodista Josefina Giancaterino Stegmann, José Ignacio Bergoglio no solo describe su relación personal con el Papa sino que traza también una profunda semblanza del Pontífice con no pocos detalles inéditos: “Se llevaba muy bien con la cocina. Hacía pastas, siempre le gustó mucho la cocina italiana. Cocinaba para la gente, se preparaba su desayuno y también se hacía la cama. Hoy por supuesto ya no cocina, se levanta a las cuatro de la mañana para rezar, hace su cama y ya empieza el día”. Recordando cómo nació la vocación sacerdotal del joven Jorge Mario Bergoglio, el sobrino cuenta: “Fue una sorpresa, su madre (Regina Sívori) al principio no se lo tomó bien porque pensó que se quedaría sin el hijo mayor y fue complicado para ella. Una vez asimilado, pudo disfrutarlo. En realidad mi tío le había prometido a mi abuela que iba a estudiar Medicina, pero al final optó por curar almas. Un día, Regina subió a la habitación de estudio de mi tío y para su sorpresa descubrió que estaba haciendo un curso de ingreso para el seminario. Se encontró con libros de latín, teología… Mi abuela le dijo: “Jorge, me mentiste”. Y él le respondió: “No, mamá, estudio medicina, medicina para el alma”.

La nuestra siempre fue una familia religiosa, recuerda José Ignacio, y luego observa: “Fue su abuela Rosa la que le enseñó a rezar. Los padres de Francisco (Regina y Mario) también le transmitieron los valores que después han llegado a nosotros, los nietos. Con este bagaje mi tío encontró su vocación”. “Un día de primavera se fue de picnic con sus amigos. Ese mismo día pensaba ir a declararle su amor a una chica que le gustaba mucho, pero pasó por la Iglesia de San José del barrio de Flores (Buenos Aires) y finalmente cambió su declaración. Entró a rezar y a confesarse y en una charla con el sacerdote terminó descubriendo que su verdadero amor era a Dios”.

José Ignacio recuerda que Jorge Mario Bergoglio siempre fue un tío atento y cariñoso: “siempre fue un tío consejero, que nos acompañaba mucho, nos apoyaba y era muy bromista”. “La misma noche de su elección llamó a mi madre (su hermana María Elena) y cuando ella le preguntó cómo estaba, él le dijo: “Bien gordita, no podía decir que no”. “Él no quería ser Papa”, aclara José Ignacio y observa: “Como todo jesuita era desapegado y además estaba muy arraigado en Buenos Aires. Si le preguntabas si quería ser Papa lógicamente decía que no. Pero una vez que lo nombraron y le tocó aceptar, lo hizo convencido de que era un designio de Dios. Creo que el Espíritu Santo está dentro de él obrando y por eso se le ve tan rejuvenecido, suelto, libre y feliz por todo lo que está haciendo. Cuando entró en la Compañía de Jesús tenía el firme deseo de ser misionero y por sus problemas de salud no pudo hacerlo, y hoy se puede dar ese enorme lujo”.

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