Aunque la tormenta de la pedofilia clerical azota la vida de la Iglesia desde hace muchos años, pocos imaginaban el 13 de marzo de 2013, día de la elección del Papa Francisco, que se convertiría en un tema central del pontificado del nuevo obispo de Roma, el argentino Jorge Mario Bergoglio. Más aún, realmente muy pocos imaginaban que la cuestión sería decisiva en el “cómo” sería recordado en la historia de la Iglesia el nuevo Papa. Para decirlo de manera sencilla y directa: sin duda en el futuro se recordará como algo fundamental del papado de Francisco la reforma de la Iglesia a la que se encuentra abocado desde el primer día, pero recordaremos sobre todo – como algo mucho más relevante – el magisterio y las decisiones del Pontífice destinados a controlar estructuralmente la pedofilia clerical, llevando a la Iglesia a una rápida sanación, aunque gradual, y a una renovación urgente y necesaria.
Dicho de una manera aún más clara: el santo Pueblo de Dios, pero también la opinión pública fuera de los límites de la Iglesia Católica, recordarán al actual pontificado sobre todo por la manera como actúe en el ámbito de los abusos sexuales que desde hace demasiado tiempo tortura y humilla la vida de la Iglesia, porque dentro de ella misma, durante décadas, hubo muchos que cerraron los ojos frente a los pedófilos y los ocultamientos.
Todo esto significa que el encuentro de febrero de 2019 en el Vaticano, de todos los Presidentes de las 112 Conferencias Episcopales y de otros organismos de coordinación eclesial continental y regional con el Santo Padre, será una de las citas más importantes de todo el pontificado, y en definitiva será probablemente mucho más determinante que un Sínodo extraordinario, como muchos habían pedido.
De la cumbre de febrero se espera que sea un verdadero punto de inflexión, radical, convincente, estructural y urgente. Y lo que está en juego es la credibilidad de la Iglesia y del Pontífice. Es de desear que ninguna prepotencia o arrogancia, ningún clericalismo polvoriento, ninguna irresponsable superficialidad, considere que es suficiente realizar un encuentro de análisis, una romería de oradores y una declaración final para cambiar las cosas. Nada de todo eso sirve en este momento. Lo que hace falta son más acciones, reacciones, medidas y normas.
Mons. Charles Scicluna: de las palabras a los hechos. Consideramos que este evento debería ser preparado y realizado en el espíritu de las declaraciones de Mons. Charles Scicluna, arzobispo de La Valeta (Malta) y Presidente del Colegio para el examen de los recursos en la Sesión Ordinaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El viernes 14 de septiembre, estando en Polonia para participar de la asamblea del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas, el arzobispo dijo que haber sido convocados a Roma para trabajar y reflexionar con el Papa es un “signo muy fuerte del compromiso de defender la dignidad y la tutela de los menores en la Iglesia. Esta llamada, esta invitación, dice algo fundamental: que la cuestión de la prevención de los abusos y de la tutela de los menores es un compromiso de toda la Iglesia y compromete a todos dentro de la Iglesia”. Posteriormente Mons. Scicluna agregó otra consideración fundamental: “La prevención de los abusos” es “una respuesta a las expectativas de la gente en el sentido de que, de los documentos y las palabras, pasamos a los hechos. La gente necesita comprender que no son suficientes las palabras bellas y las promesas sino que es necesario un compromiso capilar que concierne a todos e involucra a toda la Iglesia y a todos dentro de la Iglesia”.
Por último Mons. Scicluna, en las reflexiones que compartió con el Servicio de Información Religiosa de la Conferencia Episcopal Italiana (SIR), destacó: “El encuentro ya confirma una toma de posición muy clara de la Santa Sede en 2011, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe envió a todas las Conferencias Episcopales del mundo una Carta circular que señalaba las actitudes fundamentales para responder al triste fenómeno de los abusos de menores, pero que también indicaba la exigencia de llevar adelante el trabajo intenso pero necesario de establecer los lineamientos fundamentales apropiados para cada nación del mundo. Se verificaron iniciativas de muchas Conferencias Episcopales. La mayoría respondió a esta invitación y en los años posteriores a 2011 todas esas directrices fueron evaluadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe”. “Pero no se trata solo de tener documentos. Hay que sensibilizar a toda la comunidad, porque este triste fenómeno no se resuelve solo desde la jerarquía sino que es un compromiso que debe involucrar a todos”.
Cardenal Marc Ouellet: acelerar los tiempos y hacer cosas más efectivas. Por su parte el cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, hablando con el SIR al margen del encuentro europeo de los obispos en Polonia dijo: “Debemos acelerar los tiempos, tras los recientes acontecimientos, y hacer algo más efectivo. Sin duda con las noticias recientes hay una creciente conciencia de la gravedad del problema de los abusos en la Iglesia. Los informes abarcan muchos años y muchas veces tenemos la impresión de que no se ha hecho nada. Recientemente en cambio se ha hecho mucho para combatir el problema pero creo que hay que hacer mucho más dentro de la Iglesia. Pienso en la formación de los sacerdotes. Más prudencia en la elección de los obispos. Necesitamos que participen más mujeres en la formación de los sacerdotes para la enseñanza, para el discernimiento de los candidatos, para el equilibrio de la afectividad”. Por último, el cardenal agregó: “Los fieles ven y constatan que sus pastores necesitan oración y ser apoyados y alentados. En los últimos tiempos han sido fuertemente atacados. Dentro de la Iglesia debe existir la solidaridad pero también es necesario que la gente exprese con toda libertad su rabia, su insatisfacción, su frustración. Es el camino para que estos problemas puedan sanar. Creo que los pastores no solo deben escuchar sino también invitar a las personas que han sufrido para que se expresen, porque si estas heridas no se expresan, destruyen la vida de las personas. Ya hemos visto en los últimos años los sufrimientos y las consecuencias de los abusos, y que los daños son enormes y duran toda la vida. Hay que llevar adelante todo un trabajo de reparación, de reconciliación”.